Tres historias insanas -1-

Número 1. “La muerte del Peje… o de quién se deje”

Yo estaba muy tranquilo cenando, pensando en conchas y bizcochos o en bizcochos y conchas, cuando me entere por mi hermanita que el Peje se había muerto. ¡Verga! Pensé. Ya se lo echaron al plato. Prendí el televisor y puse el noticiero con López Doriga… Nada, había sido falsa alarma.

Volví al comedor a pensar en conchitas y bizcochos o viceversa, cuando llegó mi camarada Kurchesko a decirme que me hablaban en la calle. Salí entusiasmado –porque en realidad es raro que yo reciba visitas-, afuera estaba mi novia la Chiquita y me dijo:

-Amorcito, vengo a decirte que mañana me voy ¡para nunca volver!

¡Verga! Pensé. No le dije nada, se fue y ya no supe más de ella…

…Hasta la mañana siguiente.

Número 2. “El hijo que nunca tuve”

Kurchesko llegó temprano. Me dijo que vio salir a la Chiquita de su casa, maleta en mano, toda desencajada, pero sin perder lo bonita y subir al autobús de las 6 que va con rumbo a San Peter City.

Y allá vamos, en mi Poderoso Blue Power, con mis gafas oscuras y Kurchesko de copiloto.

-Si le meto el nitro alcanzamos el camión en hora y media…

No le metí nada, mi Poderoso Blue Power se quedo sin gasolina apenas saliendo del pueblo. Esperamos otro autobús afuera de una tiendita, brindando con cerveza helada. 6 horas después llegamos a San Peter City.

Al llegar a la Central me quede pensando: ¡Verga! ¿Y ahora cómo vamos a encontrar a la Chiquita en una ciudad tan grande? Le pedí a Kurchesko una solución adecuada, no respondió, estaba tan ebrio que decidí dejarlo en la Central y me dispuse a buscar y buscar con tal empeño que cuando acordé ya ni me acordaba de lo que buscaba. Fue entonces cuando me topé a Blanca con una panza del tamaño de la de mi tío Quique…

8 or 9 months ago:

Blanca: ¿quiero tener un hijo?

PajOn: ¡Ahh!

Blanca: Voy a recurrir a la inseminación artificial, ya contacté un buen laboratorio.

PajOn: ¡Verga! No creo que te convenga eso, no sabrás quien es el padre. ¿Qué tal si te toca el semen de un asesino serial o el de un político…

Blanca: Se supone que tienen controles de calidad.

PajOn: “Pues tú lo dirás por Juana”.

Blanca: Pues no me queda de otra, como no me ayudas…

PajOn: ¿Y sí si te ayudo?

Blanca: ¿Si?

PajOn: Pues no faltaba más.

Blanca: Si, si, si, asi, asi, oh si, ¿si? si si si ¡si! ¡Siiiiiiiiiiiiiiii!

Número 3. “El Narco Jr.”

Blanca me dijo que yo era el padre de su criatura. ¡Verga! Pensé. Entonces me dispuse a hacer lo que cualquier otro ha hecho en esa situación:

  1. Tratar de recordar el acto sexual con la mujer en cuestión.
  2. Contar el tiempo transcurrido.
  3. Pensar en un posible engaño del tipo: “A este pendejo le digo que es suyo”.
  4. Entrar en pánico.

5.   5.1 (opcional) Aceptar la responsabilidad.

5.2 (opcional) “Poner pies en polvorosa”

Apenas iba en el paso número 1 cuando decidí pasarme al 5.2 y salí corriendo.  Regresé a la Central en un taxi. Desperté a Kurchesko y por la noche ya estábamos de vuelta en el pueblo.

Otra vez me encontraba cavilando entre conchas y bizcochos cuando se presentó mi ruski asistente y me dijo:

-Afuera está su primo el Chango, dice que es urgente.

Otra vez salí entusiasmado, sensación que se me quitó cuando el Changuito me dijo:

-¿Te acuerdas que firmaste de aval cuando le pedí dinero prestado al Narco del pueblo?

¡Verga! Pensé. Sucedió que el Narco del pueblo –que era muy paciente con sus deudores- murió en una emboscada a manos de sicarios del Cartel de Mauricio Gárces. Y para mi mala fortuna, su hijo, el Narco Jr., heredando la posición de su padre, decidió liquidar todas las cuentas “habidas y por haber.” Como el Changuito era “muy su amigo” le perdonó la deuda, pero llegó a la conclusión que de todos modos yo le tenía que pagar porque si el titular de la deuda no cumplía, el aval tenía que hacerlo. Sobra decir que el Jr. no era paciente como su padre…

****

Esa misma noche huí a San Peter City. Al llegar al Downtown observe atónito un acontecimiento muy singular. Los peritos de nuestra querida nación vecina del norte, recreaban, utilizando actores, el intento de asesinato del Peje; bajo una gran carpa invitaban a la gente a presenciar la simulación.

Ahí me di cuenta que el Peje no era el Peje, sino el PJ –y que mi hermanita se confundió cuando me lo contó- y que además PJ significaba dos cosas: “Pinche Joto” y “Pinche Juanga-briel.” ¡Verga! Pensé. Se querían chingar al “Divo de Juárez”. Un agente del FBI, que casualmente se encontraba a mi lado, me dijo que los agresores ya lo habían intentado otras veces con pobres resultados, que iban desde prepararle una emboscada en el estacionamiento del Aeropuerto de Guadalajara –donde confundieron su choche blanco con el de un cardenal-, pasando por artefactos explosivos en los palenques en que se presentaba –que nunca detonaban porque la mecha se les apagaba-, hasta avionazos como el de la Secretaria de Gobernación que le lanzaron la semana pasada o la antepasada o la ante antepasada –y que tampoco le atinaron-.

En eso llegó Blanca y me jalo del brazo:

-¡A ver hijo de tu puta madre! ¡Me respondes o qué vergas!

Y yo pensé: ¡Verga!

todos quieren ya ser gatos jazz!